Análisis

Análisis.

          El aprendizaje de la ortografía requiere también del conocimiento del individuo a quien va dirigida la enseñanza; así, enseñar ortografía a niños cuya edad cognitiva según Jean Piaget están en las operaciones concretas; dista mucho de la forma en la que aprenden los jóvenes quienes por lo contario transitan por un periodo cognitivo en la que la abstracción entra en juego para la construcción de nuevos conocimientos (operaciones formales).        
Al respecto Gabarró y Puigarnau (1996) señalan que el lograr conseguir que los estudiantes escriban correctamente y tengan vehículos de incorporación para las palabras que irán conociendo en el futuro necesita de todo un proceso y unas fases a superar:
La primera fase corresponde a partir de los 8 años, aproximadamente, en la que el aprendiz tiene por guía la fonética de las palabras; es decir, descompone las palabras en sonidos que transcribe y lee para sí para comprobar que ha escrito como sonaba.  
La segunda fase recae de los 8 hasta los 12 años, en la que el aprendiz se encuentra en una etapa de pensamiento que se traduce en una capacidad para almacenar un vocabulario común a su entorno, pero dista de conocimientos abstractos, como son las normas gramaticales. 
La tercera fase que se da regularmente a partir de los 12 años, es aquí donde el aprendiz continúa ampliando su conocimiento de un vocabulario, pero empieza a incorporar aspectos gramaticales que tienen una relación directa con la ortografía. 
En este sentido, los alumnos a quienes estará dirigida la situación de aprendizaje oscilan entre los 13 y 15 años de edad; es decir están en una etapa cognitiva en la que los educandos tienen un sentido más abstracto de las cosas, además de transitar por cambios físicos y psicológicos que hacen que la adquisición de un aprendizaje, en muchos casos, deba contener mayor significatividad e interactividad para poder ser edificado.
Por otro lado, es en esta edad en la que el alumno sigue incorporando vocabulario nuevo a su bagaje léxico, pero además empieza a formularse conocimientos teóricos respecto a las normas que rigen su lenguaje; es una etapa en la que la conciencia ortográfica debe ser parte de las habilidades que el estudiante adquiere como uno de los elementos de la composición escrita.
Muchos alumnos de secundaria que tienen verdadero interés en mejorar su ortografía se sienten angustiados cuando se percatan de la inmensa dificultad de superar dicho problema. A menudo lo viven, no sin fundamento, como un obstáculo insuperable que amenaza su futuro académico y profesional (Gabarró y Puigarnau, 1996, p.105).
Uno de los objetivos primordiales de la educación en México es desarrollar en los educandos competencias con el fin de formar personas que construyan sus propios aprendizajes, se desarrollen en una sociedad de la información y dispongan de herramientas necesarias que les permitan aprender a lo largo de la vida.
No obstante, el desarrollo de competencias comunicativas (escritura) implica el dominio de ciertos conocimientos, habilidades, actitudes y valores que no solo el alumno debe desarrollar, fortalecer y consolidar, también el docente, como agente mediador de los proceso de aprendizaje, debe no sólo desarrollarlas sino modelarlas, manifestarlas.
La adquisición de una competencia requiere de un proceso largo y complejo; por lo que es menester trabajar en ellas de manera sistemática e indispensable contar con maestros capacitados; ya que “no será posible formar alumnos competentes si no existen maestros competentes” (Frola y Velásquez, 2011, p. 8).
Con respecto a las capacidades que debe tener un docente Frola y Velásquez (2011) afirman que debe dominar al menos diez  aspectos, entre ellos: la comprensión amplia de las competencias para la vida; tener conocimiento de los rasgos del perfil de egreso establecidos en el plan de estudios; de las competencias disciplinares; conocer y ser capaz de poner en práctica de manera eficiente formas de evaluación.
Además debe poseer un conocimiento amplio de las características del educando a quien va dirigida la planificación; distinguir la tipología de los contenidos de acuerdo a los programas educativos (factuales, conceptuales, procedimentales y actitudinales); tener por lo menos nociones básicas del diseño curricular; dominar el sustento teórico del Plan y programas de estudio; conocer de manera específica los conocimientos de aprendizaje y la relación que guardan entre sí para diseñar situaciones de aprendizaje viables; y tener dominio de los temas transversales y de la metodología más acorde para insertarlos en el diseño de situaciones de aprendizaje.
De manera contraria, Díaz Barriga y Hernández (2010) consideran que es difícil llegar a un consenso acerca de cuáles deben ser los conocimientos y habilidades que un “buen profesor” debe poseer, pues ello depende de la opción teórica y pedagógica que se haya adoptado, así como de la visión filosófica y fines de la educación con los que se asuma un compromiso.
No obstante, estos autores coinciden con Cooper citado en (Díaz Barriga y Hernández, 2010) en la posibilidad de identificar algunas áreas generales de competencia docente como: el conocimiento teórico suficientemente profundo y pertinente acerca del aprendizaje, el desarrollo y el comportamiento humano; despliegue de valores y actitudes que fomente el aprendizaje y las relaciones humanas genuinas; dominio de contenidos o materias que enseña; el control de estrategias de enseñanza que facilitan el aprendizaje del alumno y lo hacen motivante y el conocimiento personal práctico sobre la enseñanza.
En fin, enseñar no sólo implica ser instructor de acciones o promotor de información; sino que requiere la adquisición y dominio de una serie de competencias con el fin de ayudar al educando a aprender, a desarrollarse como persona en un mundo cambiante y desafiante para ser constructor de su propio aprendizaje, para aprender a lo largo de la vida.
Para la implementación de la presente propuesta de solución, el docente debe poseer competencias referentes a las habilidades comunicativas (expresión oral, expresión escrita, comprensión lectura y escucha atenta) en un nivel superior. Además de una concepción del  proceso de escritura desde la complejidad, es decir, una visión de la composición escrita en todas direcciones pero como un todo indivisible.

El docente además, debe manifestar actitudes y valores positivos hacia el aprendizaje de los alumnos, así como al uso y empleo de recursos tecnológicos como apoyo para su práctica de enseñanza y como medio para alcanzar aprendizajes significativos en los educandos. 

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